Llegaba el día del concierto y los nervios comenzaban a resurgir. Las primeras conversaciones de WhatsApp donde las ganas, la ilusión y los propios nervios, se podían notar incluso, a través de una pantalla. La hora se acercaba y las ganas de reunirme con mis compañeros eran inmensas. El día anterior habíamos tenido el último ensayo y había salido espectacular, pero, aun así, el miedo a equivocarnos no podía faltar.

Llegué al Teatro Kursaal y al subir al escenario para dejar mi fliscorno, me entró un cosquilleo de nervios al ver, frente a mí, todos los asientos que posteriormente iban a ser ocupados por familias y amigos. ‘’ ¿Vendrá mucha gente?’’, todos nos preguntábamos lo mismo desde que se pusieron a la venta las entradas para el concierto y digo que si se llenó… cosa que nos dimos cuenta después cuando, en la penúltima marcha, las luces se encienden dejando ver al público.

Comenzaban a llegar los primeros cofrades y nosotros, entrábamos para afinar y calentar. Cada vez más nerviosos, pero con muchísima ilusión. La agrupación cumplía un sueño: subir a un escenario como el del Teatro Kursaal. José Hurtado, nuestro director, estaba atacado, pero se podía notar su felicidad y emoción desde kilómetros.

‘’Quedan 15 minutos para que comience el espectáculo’’. Ya teníamos que sentarnos, abrazos, ‘’mucha mierda’’ y a nuestro sitio. Instrumentos preparados, afinados y comprobado que no les faltaba nada y que estaban bien. Nervios, muchos nervios y cada vez más.

‘’Quedan 10 minutos para que comience el espectáculo’’. Hablábamos entre nosotros flojitos para calmar los nervios e incluso bromeábamos. Recuerdo a mi compañero temblar de nervios, ‘’tranquilo que lo harás genial, confío en ti’’ pero yo estaba peor y tenía hasta la sensación de querer huir.

‘’Quedan 5 minutos para que comience el espectáculo’’. Más nervios y más respiraciones profundas para calmarnos. Se escuchaba mucha gente y lo comentábamos. Aún no nos creíamos que estábamos ahí, a punto de salir antes muchas personas, encima de un escenario y para enseñarles lo que más nos gustaba hacer.

‘’Quedan 2 minutos para que comience el espectáculo’’. Bien, era el momento, llegó la hora de darlo todo, de demostrar cuánto nos había costado llegar hasta aquí pero que aquí estábamos, en el Teatro Kursaal tocando.

Rocio Ronda comenzaba a hablar y yo ya tenía los bellos de punta. Mi fliscorno y yo estábamos preparados para el momento más especial de mi vida. Percusión dio su golpe de aro, nosotros ya dábamos las primeras notas de ‘Llamando al cielo’ y el telón se abrió… inexplicable la cantidad de sentimientos de ese momento.

Conforme transcurría el concierto, la gente nos aplaudía y nos mirábamos orgullosos entre unos y otros, pero ese momento, en el que las luces se encienden en la penúltima marcha, nuestras caras se transformaron en sorpresa cuando vimos la cantidad de gente que estaba ahí, delante nuestra, aplaudiéndonos sin cesar, esperando a que ‘La Esperanza de María’ cerrara este primer concierto benéfico. Qué bonito fue sentir que tanta gente nos acogía, que nos valoraban, que nos querían.

José Duplas marcaba nuestra ‘Marcha Real’ y finalizábamos así el concierto. Volvían a caernos lluvia de aplausos. Recuerdo mirar a mi amiga y compañera Noelia y cómo nos decíamos todo con la mirada. Recuerdo ver a nuestro director muy emocionado, a mi sobrina intentando llamar mi atención desde el público, a mis compañeros (Fanny, Javi, Santi, Chechu, Víctor…) sonriendo a más no poder de felicidad. La mejor noche para nosotros y sabíamos que no íbamos a olvidarla jamás.

Salimos y la gente nos felicitaba por dónde pasáramos y nosotros no cabíamos de orgullo. Qué bonito es pertenecer a flagelación, a esta familia y tener a estos compañeros que más que eso, son amigos. El esfuerzo, el duro trabajo y las horas de ensayo habían merecido la pena y volvería a repetir todo eso para volver a tener una noche como esta.

Lucía Martínez